A. J. García Nistal Menos mal que el que subscribe ya no se dedica a tiempo completo a estos menesteres, porque habría que hacérselo mirar a las grandes firmas de Comunicación Política que están llevando la actual campaña electoral. A mí, que soy de provincias, me da que en los grandes partidos los profesionales de la información en plantilla, que suelen ser los que más saben de la realidad interna de la casa, no son escuchados ni tenidos en cuenta. Y en los pequeños, que suelen contratar a precio de oro al charlatán de turno con sede de superdiseño en el distrito clave de Madrid centro, les están haciendo un siete sin ellos saberlo.
El otro debate, el de las segundas espadas, fue un aburrimiento tal que solo la pinta de maestro de aldea de uno que fue asesor de un presidente de Gobierno nos sacaba del bostezo. A esa misma hora una televisión generalista contra atacaba con unos friquis del famoseo ligeros de ropa en una supuesta isla que se llevaba de calle las audiencias en prime time. Es lo que hay.
Miguel Arias Cañete, sí, Miguel, al que todos llaman Cañete a secas, se ha puesto a plantar tomates, a visitar lonjas marineras y a explicar claro como el agua de qué va esto de Europa para la economía y la sociedad española. Como lo del error verbal comienza a dar efecto rebote en las posaderas de Elena Valenciano, ahora sale a colación el tema de la empresa en paraíso fiscal de la que es copropietario el ex ministro. Hombre, muy defensor del made in spain no es, cierto, pero legal sí. Que se sepa este hombre, el candidato del PP, tiene un expediente inmaculado en esas cosas. Por si acaso ya tenemos un tren de libertad proaborto desde Asturias, otro tema clave de la candidata del puño y la rosa. Aunque no sé si eso del aborto tiene mucho que ver con el debate de Europa, política exterior, económica y demás, que son las claves de estas elecciones…
En definitiva, que de lo nuestro: la despoblación, la agricultura, la ganadería, la minería y las infraestructuras públicas casi nadie habla, y si lo hacen no llega claro el mensaje. A lo mejor tendríamos que pensar en hacernos gibraltareños para que nos hicieran un poco más de caso a los de esta tierra.