PREMIOS MUJER 2024

Decíamos ayer…

Parafraseando la famosa frase, comienzo esta nueva etapa, lo reconozco, de forma muy poco original. Pero qué queréis cuesta inspirarse y volver a la “normalidad” acabando “oficialmente” con el verano, aunque todavía nos queden unos días reales para decirle adiós, hasta el próximo año. Y para ser sincera, realmente parece que fue hace nada y ya han pasado dos meses. El tiempo que se nos escapa por entre los dedos. Y por seguir siendo poco original, este verano ha roto con el tópico de que en esta estación nunca pasa nada, sobre todo en agosto, mes aburrido y “tostador” por excelencia. En los noticiarios, las poquitas veces que los escuchaba, no paraban de repetirlo, por eso yo no iba a ser menos. Otros años cuando, oía el consabido comentario o valoración de las noticias veraniegas, a mí siempre me surgía la pregunta siguiente: Pero, con tantísimo calor agobiante, ¿quién se va a poner a “hacer” noticias interesantes? Aplatanados, es lo que toca. Bien, este año parece ser que han ocurrido “cosas”. Yo no iba a ser menos. Por empezar agosto es mi mes de vacaciones, algo importante también, sobre todo porque tenerlas implica que tienes trabajo, algo mucho más importante siempre y ahora mucho más. Sin embargo la noticia para mí es que ….¡¡¡NO FUI A LA PLAYA!!! No, no penséis, no es ironía, no fui y estoy encantada. Soy de esos bichos raros que la playa no es su destino favorito de vacaciones, y fuera de ellas tampoco. No me gusta la arena, no tengo el vicio de tostarme, no le encuentro sentido a estar sentada o tumbada horas, o incluso minutos, siempre en el mismo sitio…vale después de un ratito, ¿qué te queda por ver? Vista una ola, vistas todas. Ya sé que es muy sano, el yodo, caminar por la arena, la circulación, nadar (pero como no sé)….Ya me cuido de otras formas, en vacaciones bajaré la guardia. Bueno lo confieso, tampoco soy tajante en lo de no pisar una playa, si hay que ir se va, pero prefiero otras opciones. Chicos, este año…PARÍS. Vacaciones culturales y ratos de ocio, las mías, las que me gustan. Han sido poquitos días, pero muy intensos. Ya había estado antes, pero en contra de la opinión de todos los que conozco, París no me había conquistado, así que esta vez iba a confirmar esa primera impresión. Pues no, esta vez ha sido genial, tanto es así que quiero volver, porque parece que quedan más cosas por ver de las que hemos visto. Hasta me encantó lo que menos esperaba, Disney. En principio fui porque yendo con niños, parecía que tocaba, sería sólo un día, y yo no me iba a quedar fuera mientras todos iban. Me consolaba diciéndome: “Sólo es un día, tampoco es para tanto. Se pasará deprisa y seguro que algo te gustará”. ¿Algo? Todo, me gustó todo…también quiero volver. En fin, seré rara, pero a pesar de que no teníamos mucho tiempo para descansar, demasiados sitios para ver y descubrir, vine totalmente descansada. Me lo pasé bien y disfruté conociendo y aprendiendo cosas nuevas. Y al regreso…seguí aprendiendo. Porque todo lo anterior no era más que un preámbulo, largo a lo mejor, lo importante del verano os lo cuento ahora. Alguien a quien quería mucho, mucho más de lo que creía, nos esperó para que pudiésemos despedirnos de ella. Tinita. Siempre he oído decir que un cristiano se reconoce por cómo vive, estoy de acuerdo. En ese sentido la vida de Tinita no se diferenciaba mucho de la de tantos y tantos que estamos intentando llegar a serlo. Desde luego que me “enseñó” mucho con su vida, la mayor parte sin proponérselo, o sin ser consciente de ello, tanto ella como yo. Nada raro, en otras ocasiones, casi seguro de que fue ella la que aprendió. Pero lo mejor que me enseñó, y seguro que sin pretenderlo, fue que un cristiano se conoce por cómo muere. De ser una persona taciturna, arisca, aprensiva, muerta de miedo por la posibilidad de la enfermedad, la soledad, la muerte…en dos meses de enfermedad, sabiendo que sólo le quedaba abandonarse a la misericordia de Dios, eso hizo. Salió a la superficie el ser que llevaba dentro, como un germen pequeñito, un ser que irradiaba luz, la luz de la fe. Malita y con sufrimiento físico fue cuando de verdad vivió, libre por fin, de temores vanos, de leyes, de susceptibilidades, amando y dejándose amar. Muchas veces creemos con total convencimiento que vivir es lo difícil, lo que importa. Yo creo que en el morir es donde se destapa toda la verdad, se acabaron los disfraces o las caretas que hayas llevado puestas. Del mismo modo, también creemos que es más fácil dejar que te amen a amar. Pues en eso tampoco estoy del todo de acuerdo. ¿Os habéis parado a pensar que a aquellos que les cuesta dejarse amar es porque no aceptan que alguien les pueda amar? Eso no significa que no amen a los demás, sólo que no creen merecer lo mismo para sí. Romper ese muro hacia sí mismo, es mucho más difícil que ir en dirección a los demás. Tinita llegó a ese punto sin esfuerzo, casi de un día para otro. Eso no se consigue a no ser que hayas descubierto, pero de VERDAD, que la vida es mucho más que nuestro día a día, mucho más que yo, que tú, que todos los demás, que todo lo que te rodea. Mucho más que un cáncer, que en definitiva no es más que lo que te pone frente a una puerta, una puerta que tampoco es lo más importante (esto también lo copio de alguien a quien no conocí, pero que me abrió otra perspectiva de la muerte). Lo importante es lo que te espera al otro lado de la puerta. El modo en que la mires, y que sin querer llegar antes de tiempo, sí ansíes que se abra del todo y poder franquearla para disfrutar de lo que te espera, eso es saber morir. Porque en definitiva, todos nos morimos, pero no todos lo hacemos dejando una enseñanza para los demás. No todos son o somos capaces de confiar en que si te tiras en total abandono, los brazos de Dios están ahí para recogerte. Esa ha sido la última y gozosa catequesis de Tinita, seguramente la mejor de todas las que recibí de ella. Gracias por el regalo de su vida, gracias por esos últimos días. La echaremos de menos, es humano, pero en su muerte hemos celebrado su vida. Así quiero que entendáis lo que os escribo. No es un lamento, es una celebración. Hay más cosas, pero lo dejaremos aquí, mañana más. Bueno la semana que viene más, si me dejan y Dios quiere.