PREMIOS MUJER 2024

De postre, plástico

“Usar y tirar”. La sociedad de consumo en la que estamos inmersos nos ha llevado a dar por hecho que los objetos que necesitamos o utilizamos -sin realmente necesitar- tiene una vida útil reducida. La globalización económica y social, que ha propiciado la llamada ‘cultura del bajo coste’, y las facilidades de compra que nos ofrece internet nos han convertido en consumidores voraces.  Toneladas de ropa, electrodomésticos y objetos de todo tipo acaban a diario en los vertederos sin prácticamente haber servido a su propósito o haberlo hecho durante menos tiempo del previsto. En común tienen no solo una vida efímera sino que en su mayor parte son resultado de procesos de producción altamente contaminantes a cargo de economías emergentes, que han logrado hacerse hueco en el mercado a costa de sueldos irrisorios y condiciones de trabajo inhumanas con las que nuestras empresas no pueden competir.

Desde que la oferta supera a la demanda, la publicidad y el marketing nos bombardean a diario con las maravillas de este u el otro producto y, aunque consigas resistirte, pronto te topas con la que ya se ha convertido en una verdad universal: cuesta mas arreglar casi cualquier cosa que comprar una nueva. También están los productos ridículos, esos que realmente no nos ayudan ni nos facilitan la vida pero que se han colado en nuestros usos y costumbres.

Entre estos últimos están las pajitas de plástico. Según datos de Greenpeace, España es el país de Europa en el que más pajitas se usan: 13 millones al día, más de 5.000 millones al año. Cada persona consume anualmente 110 de estos objetos plásticos de un solo uso, uno cada tres días. Tan solo se usan unos minutos pero permanecen en el medio ambiente durante cientos de años.

Más de un millón de aves y más de 100.000 mamíferos marinos mueren cada año como consecuencia de todos los plásticos que llegan al mar. Pero no solo los animales se comen el plástico. Una vez llegados al mar o a los ríos, los plásticos se degradan y se convierten en microplásticos, regresando a nuestra mesa a través del pescado y del marisco, e incluso de la sal marina, y afectando a nuestra salud… Así que ya saben, cuando se coman esa merluza tan rica o aquel centollo tan jugoso tal vez se estén alimentando al mismo tiempo de otro indeseable nutriente, el plástico. La solución para que esto no suceda solo está en nuestras manos. Por ejemplo, utilizando menos plástico, comprando a granel y dando preferencia a los alimentos que no estén envasados en este material, haciendo la compra con bolsas reutilizables o usando el clásico carrito de la compra.

Desde las organizaciones ecologistas e incluso desde la OCU se proponen otras medidas que aunque puedan parecer radicales ganan cada día más adeptos en otros países europeos: utilizar una cantimplora de aluminio en vez de comprar agua embotellada, desterrar los productos de usar y tirar (pajitas, vasos desechables, bastoncillos o mecheros) y sustituir los productos de higiene que lleven microesferas o que estén envasados en plástico por otros alternativos: gel de ducha por pastilla de jabón, champú sólido o dentífrico en pastilla. Sé que muchos se quedarán perplejos al leer estas propuestas, yo misma no he visto en mi vida un ‘champú solido’ o un ‘dentrífico en pastilla’, pero tal vez sea el momento de cambiar nuestra mentalidad.

En Holanda, por ejemplo, lo están haciendo. La cadena de supermercados ecológicos Ekoplaza abría este año en Amsterdam el primer supermercado libre de plásticos, que ofrece cerca de 700 productos de alimentación y bebidas con embalajes libres de este material, lo mismo que sus bolsas. Este nuevo supermercado ofrece productos a granel o envueltos en papel, cartón u otras alternativas con certificación ecológica. Ekoplaza prevé ampliar este nuevo concepto de establecimiento progresivamente.