No sé si me pasa a mí sola, pero ¿no tenéis la sensación de que, desde hace ya demasiado tiempo, están pasando cosas raras? Hay días que se hace especialmente difícil no creer que formamos parte de algún maquiavélico experimento para vete tú a saber que diabólicos fines.
Todo comenzó con el papel higiénico. Cuando nos tuvimos que confinar de la noche a la mañana por la pandemia y nos daba miedo ir a la compra por si al volver traíamos el virus a ese refugio en que habíamos convertido nuestra casa ¿no os parece raro que de buenas a primeras todo el mundo se pusiera de acuerdo en que había que arrasar con el papel higiénico?
Cuando se terminó el confinamiento, noté una subida de precios importante, pero no fue noticia y parece que lo de la subida de la cesta de la compra que llevamos meses sufriendo es de hace dos días. Y ahondando en este aspecto ¿No os parece también un poco raro que los huevos más baratos hayan subido un euro por docena o la mortadela dos euros por kilo, mientras el precio de los camarones se mantiene?
Al poco de finalizar el confinamiento, hubo problemas de suministro en productos de distintos sectores, de esos que no se consumen en masa: bicicletas, guitarras eléctricas, neveras… nos decían que se había quemado una fábrica en Japón. Claro, en Japón hay unas pedazo de fábricas y de “eso” no hay más en todo el mundo mundial. Luego, cuando esa carencia empezó a extenderse, el culpable fue un barco. Un megabuque portacontenedores que encalló en el Canal de Suez. Entonces nos enteramos de lo fácil que es detener el motor de la economía mundial ya que casi todo lo que necesitamos tiene que pasar por ese embudo logístico
Después vino la crisis de las materias primas. Con la pandemia, a pesar de las olas, ya casi controlada, lo que permitía la reactivación económica ¿No os parece raro que de repente haya esa carencia de materias primas? Mientras, pululaba la subida incontrolada de los precios de la energía sin motivo aparente hasta que estallaron las primeras bombas en Ucrania
Y que no se nos olvide la huelga del transporte, cuyos efectos parece que se notan más ahora que durante los días del paro. Donde yo compro habitualmente, al menos, faltan más yogures o macarrones y se ven más estanterías vacías hoy que durante el paro.
Todo esto nos demuestra nuestra fragilidad pero también nuestra capacidad de resistencia como sociedad que espero que nadie esté poniendo a prueba porque el cabreo y el mosqueo de todos tiene un límite ante tantas cosas raras