PREMIOS MUJER 2024

Colegio La Puebla: Un enorme fracaso colectivo

Mucho me temo que la decisión de Fernando Rey, consejero de Educación de la Junta de Castilla y León, sea cerrar el colegio La Puebla de Ponferrada y tirar la llave al río. Esto no será más que la constatación de un gigantesco fracaso colectivo con un amplio abanico de responsables. De nada habrá servido el disponer de unas fantásticas instalaciones ni el enorme esfuerzo realizado por el profesorado del centro para convertirlo en un colegio atractivo, con actividades docentes y no docentes de un gran nivel de calidad e  implicación. Se optó por ser centro bilingüe, se puso en marcha la genial iniciativa del Huerto Escolar (para cuyo riego durante la época estival se turnaba el personal del centro, una muestra más de su enorme implicación con el futuro del colegio), el comedor escolar, y la jornada continua pero nada de eso ha servido de freno a la constante pérdida  de alumnos y alumnas.

En 1990 se decidió convertir La Puebla en un centro de Integración, un proyecto ambicioso y socialmente comprometido, que ha perdido con el tiempo ambas características. El haberse convertido casi en exclusiva en el centro receptor de niñas y niños que provenían de familias desestructuradas, de centros de acogida, de hogares funcionales, y del colectivo gitano, fue provocando la paulatina pérdida del alumnado no perteneciente a estos colectivos. La desconfianza hacia el diferente, la desacertada creencia por parte de los padres y madres de esos alumnos de que la calidad de la educación de sus hijos se resentiría, y ese porcentaje de racismo no declarado que todavía pervive en el genoma de la sociedad en su conjunto, fueron creando un efecto boomerang que vació con cierta rapidez las aulas. A ello coadyuvaba de manera importante el repetitivo mensaje que, en aquellas épocas injustificadamente, circulaba por nuestra ciudad y que anunciaba un inminente cierre del centro, e incluso se le asignaba la condición de futura sede de la Policía Municipal.

Y tras un cierto repunte en las matrículas, llegó el Concierto de 2013 y de nuevo se volvió a la senda de la pérdida de alumnos. Ese Concierto, en los niños de tres a seis años, provocó que los Colegios Privados de nuestra ciudad se nutrieron de alumnos o  futuros alumnos de La Puebla, pero no de esos colectivos que se pretendía integrar, que se fueron convirtiendo en el exclusivo e involuntariamente excluyente alumnado de La Puebla. Nada ayudó tampoco la creación de nuevas unidades en el parvulario de un colegio público cercano. Y el cierre del Esther Carrera, que nació para desahogar las masificadas aulas de un colegio La Puebla en época de esplendor, no supuso la devolución del capital humano  recibido antaño, sino que transfirió sus alumnos a otros centros de la zona. Ese pretendido proyecto de integración, desastrosamente gestionado por las autoridades educativas de la Junta de Castilla y León, se ha convertido en una dolorosa realidad, absolutamente contraria a la pretendida.

Y las autoridades no pueden escudarse en la libertad que tienen los padres para la elección de centro de sus hijos. Esta libertad admite modulaciones que no pervierten en absoluto la esencia del principio. Y aún correspondiendo la mayor de las responsabilidades a la Junta de Castilla y León, gobernada por el Partido Popular, ni los sindicatos, ni los padres y madres, ni la clase política local (escasamente comprometida con el futuro del centro), ni los colectivos vecinales, ni la sociedad ponferradina en su conjunto está exenta de culpa. La Comunidad Educativa (funcionarios docentes  y personal laboral no docente) lleva años clamando en el desierto, y no ha obtenido más que promesas incumplidas, una proyección pública del problema en exceso discontinua, y, muchas de las veces, el mirar para otro lado. Sin duda alguna, un enorme fracaso colectivo.