PREMIOS MUJER 2024

El carbón no llora por Soria

 

El carbón no ha tenido nada que ver con la dimisión del ya exministro de Industria José Manuel Soria. Todas las fuerzas vivas de las cuencas mineras de toda España, los gobiernos autonómicos de Castilla y León, Aragón, Asturias y de Castilla-La Mancha, el PSOE y todos los partidos de la oposición no han podido en cuatro años forzar la dimisión del ministro que más ha hecho en los últimos tiempos por enterrar a la minería el carbón; no, el ministro Soria ha dimitido por mentir o, mejor dicho, por contar medias verdades, que es la peor de las mentiras, en todo lo relacionado con sus cuentas opacas en paraísos fiscales. Ha dimitido porque no ha sabido explicar por qué tenía dinero opaco fuera de España, él, un ministro de un gobierno que tanto decía luchar contra la evasión fiscal.

Ha dimitido, sí, pero la minería del carbón sigue en coma. El ministro Soria era la pieza que daba la cara, pero la decisión de no concretar planes y de dar largas a la solución de la minería del carbón era del equipo, del Gobierno, que preside Rajoy. Y, hasta si se apura, ni siquiera del Gobierno sino de la Unión Europea. Por eso da igual que el tan antipático y odiado por los mineros ministro Soria se haya ido. Nada va a cambiar. La suerte de la minería del carbón está echada, con Soria o sin él.

Podrán tirar cohetes los escasos habitantes de las cuencas mineras, pero será una alegría efímera y un gasto inútil. El carbón no ha tenido nada que ver con la dimisión del ministro. No, nada. Así que, mejor es que se ahorren en las cuencas las energías de tanta celebración, felicitaciones y enhorabuenas. La verdad es que no hay motivos para la esperanza. Con o sin Soria.

Sin embargo, hay algún aspecto positivo en esta dimisión. Primero, ya es noticia que un ministro dimita y que con ello demuestre coherencia. Soria asume un error, asegura que no ha explicado bien todo lo relacionado con sus cuentas en paraísos fiscales, una postura que ha dañado a su Gobierno y a la credibilidad de su propio país y, como consecuencia, dimite. Lo dicho, no es frecuente en España que un ministro reconozca sus errores y conjugue el verbo dimitir. Otros ministros no dejaban su poltrona ni echándoles agua caliente a presión. Como el caso de la exministra Mato, quien tuvo que ser cesada con nocturnidad y alevosía por un demacrado Rajoy antes de que su continuidad perjudicase de forma irreversible al Gobierno.

En segundo lugar, hay que agradecer a Soria que en su justificación de sus cuentas opacas en paraísos fiscales haya asegurado que fue el BBVA, uno de los grandes bancos de España, el que le aconsejase este tipo de herramientas financieras, desvelando de esta manera la connivencia y colaboración necesaria de los grandes bancos con este tipo de prácticas, algunas legales, pero todas poco éticas.

Este tipo de ingeniería financiera, sólo al alcance de los más privilegiados, entre ellos el exministro Soria y su familia, necesitaba la colaboración de profesionales muy cualificados, de testaferros sin escrúpulos y, por supuesto, de la fábrica de productos VIP para grandes clientes de los mejores bancos españoles, europeos y mundiales. ¿Alguien va a investigar este tipo de prácticas por parte de los grandes bancos?

No, en este caso todo se va a tapar con la dimisión del exministro Soria. Una dimisión que, por último, deja en entredicho al propio Rajoy, a las puertas de unas nuevas elecciones generales y con el fracaso de no haber sabido negociar para conformar una mayoría estable en el Parlamento. Por todo ello, no sería de extrañar que sean verdad esas especulaciones sobre la existencia de disensiones internas en la cúpula del PP y del propio Gobierno sobre la conveniencia o no de que Rajoy sea el candidato más idóneo en las ya inminentes elecciones generales.