Campos Ramón Martínez

La columna de hoy tiene muchos nombres. Nombres de niños y niñas, que por centenares, practican cada día fútbol en los Campos Ramón Martínez de Ponferrada. ¿Cuántas veces hemos pedido mejoras para esos campos municipales, de tierra, que acogen a más de 80 equipos de todas las categorías?, ¿cuántas veces nos han dicho que los iban a arreglar?, ¿cuántos niños han entrado como benjamines y se han ido como juveniles, de 18 añazos, soñando que con el paso de tantos años, alguna vez tendría que llegar el momento?…

¡Que cosas tiene la vida!, o mejor dicho la incompetencia, y la falta de responsabilidad de todas las administraciones implicadas, a las que se les llena la boca de eslóganes vacios “practica el deporte, engánchate a la vida” y esas frases tan cargadas de significado, que se quedan como la canción italiana en “parole, parole, parole…”.

Hoy en día en que proliferan todo tipo de inspecciones, (hasta para impedir a los propios familiares que vengan a ayudarnos en la vendimia), no hay vigilancia para algo tan importante como la salud de esos deportistas, de esos niños, de jóvenes. Dice la ley de prevención de riesgos laborales, que es una preocupación esencial de nuestra sociedad, que atribuye, de forma expresa, a los Poderes Públicos, la obligación de velar porla Seguridad, Higiene, y Vigilancia en el Trabajo, aplicándose medidas necesarias para evitar daños a la salud. Riesgo Laboral es la posibilidad de que un trabajador pueda sufrir un daño derivado del desarrollo de su actividad. Los chavales que están practicando fútbol, no son profesionales, (están en ello)… y el riesgo deportivo, en este caso, yo creo que se parece mucho. ¡Anda que no hay riesgos en los Ramón Martinez!. Los campos de fútbol, de la segunda ciudad más grande Castilla y León.

¡Total si son solo niños y no protestan!. Porque los chavales están por encima de todo eso, y siguen tragando polvo junto con sus entrenadores, y practicando su deporte, rebozados en el barro como los gorrinos, pero… pagando fichas, y pagando botas y equipación, y doble de detergente y de lavadora que en cualquier otra parte, por la inoperancia de quienes deberían, poner el puñetero remedio de una vez.

Campos de tierra dura y mala como la mojama, tierra que se vuelve barro implacable con los aguaceros. Solo hay un campo de césped artificial, que está más pelao que la cabeza de Kojak y más amortizado que las pilas del conejo del anuncio. Las duchas y los vestuarios son tercermundistas, los accesos mejor ni mencionarlos.

La responsabilidad es municipal, la gestión es privada y la indiferencia de todo lo que aquí ocurre es de la Federación Española de Fútbol, que cobra sus fichas, sus arbitrajes y sus sanciones a través de la Federación de Castilla y León, la de León y la subdelegación.

Los nuevos gestores de los campos que accedieron a la explotación del servicio por concurso, se están dejando la piel para conseguir unas instalaciones más dignas. Incluso llevan varios meses de campaña para recaudar fondos para comprar un desfibrilador, para poder actuar ante las paradas cardiorrespiratorias, de las que no está libre ningún deportista. Han pasado muchos meses y todavía no han podido recaudar el dinero necesario: 1.700 euros. La campaña de recaudación es de tres euros a cambio de una cinta cuelga llaves, que puede salvar la vida de cualquier chaval. De cualquiera.

En el año 2010 el Ayuntamiento de Ponferrada presentó el anteproyecto de remodelación de los campos, presupuestado en 3,5 millones de euros para la integración del área deportiva y de los márgenes del río Sil, una actuación en colaboración con la CIUDÉN. Muchos millones y pocas actuaciones. Ahora se quiere rebajar el presupuesto. El caso es seguir perdiendo el tiempo, con estudios, análisis, proyectos, y anteproyectos.

Va por Hugo, David, Luis, María, Alvaro, Borja, Luisa, Iván, Rubén, Patricia, Jesús, Manuel, Diego, Sandra, Javi, Sergio, Andrea, Guille, Lucia, Adri, Héctor,… y todos, todos y cada uno de los que cada jornada, y que son muchos, van con todas las ganas de fútbol, a los Campos Ramón Martinez.