La población de osos pardos en la Cordillera Cantábrica podría reducirse a la mitad en los próximos 50 años, según un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que analiza los efectos del cambio climático sobre los recursos alimenticios de estos plantígrados y realiza proyecciones a futuro en distintos escenarios.
La noticia constituye un nuevo mazazo al trabajo para la conservación del animal, que en las últimas décadas ha fructificado en la recuperación de la población y en su crecimiento, así como en su extensión a nuevos territorios.
Las proyecciones realizadas por los investigadores, que han publicado su trabajo en la revista ‘Global Change Biology’, incluyen la mayor parte de la Cordillera Cantábrica actualmente habitada por osos pardos, que abarca Asturias, León y Palencia.
En cuanto a la vegetación, el estudio analiza siete especies de entre las más importantes dentro de la dieta del oso en estas tres regiones: arándanos, hayas (‘Fagus sylvatica’), castaños (‘Castanea sativa’), robles pedunculados (‘Quercus robur’), robles rebollos (‘Quercus Pyrenaica’), robles sésiles (‘Quercus petraea’) y pinos silvestres (‘Pinus Sylvestris’). Estas especies, además de alimento, también proporcionan refugio.
“Según nuestras estimaciones, el rango de distribución de los robles pirenaicos y pedunculados se desplazará principalmente hacia el norte de Asturias, más cerca de las tierras bajas, donde la densidad de población y las infraestructuras humanas es la más alta, por lo que los osos de las zonas montañosas más salvajes se moverán hacia zonas más humanizadas”, apunta Vincenzo Penteriani, del Instituto Pirenaico de Ecología y también de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (centro mixto del CSIC, la Universidad de Oviedo y el Principado de Asturias).
Penteriani indica que, en ese nuevo rango de distribución, “la alta densidad de cultivos, ganado, asentamientos humanos y caminos puede aumentar las tasas de conflictos entre humanos y osos”.
Por otro lado, los investigadores señalan que se pueden producir principalmente tres efectos negativos sobre la población de oso como consecuencia de los cambios de vegetación en la Cordillera Cantábrica.
En primer lugar, dado que las bellotas son la mayor fuente de alimento en otoño e invierno para esta población de osos, una reducción drástica en los bosques de roble podría afectar el almacenamiento de grasa antes de la entrada a la osera, esencial para la hibernación y la cría de los esbardos. De hecho, un menor consumo de bellota puede reducir la ingesta de proteína del material vegetal, lo que podría afectar al oso pardo cantábrico también durante la fase de hiperfagia.
En segundo lugar, bajo este escenario de baja disponibilidad de bellotas, las tasas actuales de competencia intraespecífica con otros consumidores de bellotas, como ungulados silvestres como el jabalí (‘Sus scrofa’) y el ganado libre, podrían aumentar.
En tercer lugar, debido a que la distancia entre robles y arándanos parece aumentar debido tanto a su desplazamiento como a su contracción, los osos podrían necesitar trasladarse más lejos entre temporadas para encontrar sus recursos tróficos principales. La mayor distancia entre las zonas con alimentos típicos de verano como los arándanos y los robles, donde los osos obtienen la mayor parte de sus alimentos en otoño, pueden generar mayores riesgos debido a las largas distancias que los osos necesitarían cubrir durante la hiperfagia.
“La magnitud de los cambios forestales proyectados por nuestros modelos enfatiza que, para conservar la población del oso pardo cantábrico, las prácticas de conservación enfocadas únicamente en los osos pueden no ser apropiadas. Sería necesaria una planificación de conservación más dinámica dirigida también a reducir el impacto del cambio climático en los paisajes boscosos de la Cordillera Cantábrica”, concluye Penteriani.