El ascenso de la leonesa Gemma Villarroel a coordinadora general de Ciudadanos en Castilla y León viene a corroborar lo que ya se barruntaba desde hace tiempo. Francisco Igea ha tocado techo en cuanto a poder externo e interno.
El hombre que anuló el fichaje estrella de Ciudadanos arrancándola del PP y de sus Cortes, Silvia Clemente -descanse en paz- y que habla de tú a tú como vicepresidente y portavoz de la Junta a todo el Ejecutivo regional se dio su primer coscorrón intentando sustituir nada menos que a Albert Rivera enfrentándose con Inés Arrimadas. Y ahí la fastidió.
El segundo peldaño bajando del Olimpo ha sido ahora también en ámbito de organigrama interno. No será el coordinador regional, vencido por la leonesa y candidata del aparato oficial del partido. A este paso, y con su peculiar estilo en la relación con los medios de comunicación, Igea promete tres años de espectáculo al menos en lo mediático. Después… En política nunca se sabe. Pero suena a estatua de sal deshecha por las lluvias de los votos y vendettas.
En León se espera mucho de Gemma Villarroel. Por fin una leonesa al frente de un partido regional. Los antecedentes con Ángel Villalba en el PSOE como secretario general y leonés no dieron mucho de sí, aunque suscitó esperanzas para una tierra abandonada a su suerte. Después del desencanto, y no me refiero a la película de la familia Panero, ahora León tiene a una leonesa de número uno en un partido que cogobierna en la Junta de Castilla y León. Se abre una puerta al leonesismo social, que no al político.
Sin embargo, ahora quien parece pinchar rueda en esta larga carrera política hacia el poder institucional es Inés Arrimadas, su protectora, con los guiños hacia un PSOE de Pedro Sánchez que hace abandonar la neutralidad y el centrismo de Ciudadanos del que tanto han presumido y con el que buenos resultados han logrado. Insisto, el CDS, segunda parte.
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