Soy de las que parecen haberse tragado un altavoz, es decir mi tono de voz “normal” es alto, bastante alto, muy alto. No es la primera vez que alguien me tiene que decir precisamente eso: baja el tono, no hables tan alto, estás enfadada o muy alterada..y si insisten sobre que estoy muy alterada, por mucho que yo les explique que no, que yo hablo así, entonces sí que empiezo a alterarme. Porque no es algo que yo haga conscientemente o adrede, simplemente Dios me ha …¿bendecido? con un buen chorro de voz. Buenos pulmones que decía mi tío.
Eso significa que cuando me altero realmente, o me enfado, se enteran en toda Ponferrada, bueno a lo mejor sólo en toda la escalera de mi casa. Y mira que intento contenerme y rebajar el tono, más que nada porque me acuerdo de que gritar no significa tener más razón, o que suele gritar más aquel que no tiene argumentos, pero no hay manera, lo tengo difícil. Me consuelo pensando que yo no parto de cero, cuando hablo en una conversación normal ya debo estar por el cincuenta, así que de ahí al cien es como para los demás la mitad.
Ahora bien, si en una conversación, debate o discusión el que más grita es el que menos argumentos o razón tiene, ¿qué pasa con el que incendia contenedores? Por poner un ejemplo.
Y desde luego siempre tiene que haber en el grupo alguien que ya no es que no tenga argumentos, es que ni siquiera tiene iniciativa. Se une al que más grita y ya. Al más ruidoso. Venga vamos a gritar, tú chillas, él de eco, incendiamos contenedores, él también, o quema papeleras. ¿Por qué? ¡Ah! No sabe, no contesta. Es posible que te diga que por apoyar a “ese otro”, pero si insistes y preguntas por sus motivos o en su caso los del “otro”, es muy posible que no tenga mucha idea, todo lo más algo difuso o que lo haya oído en “los medios”, en internet, o en la esquina esa.
Y ahora me surge una duda, ¿por qué siempre fuego? ¿Por qué se habla siempre de incendiar? Papeleras, contenedores, coches, autobuses, cajeros, incendiar los ánimos, las calles…
¿Será porque el fuego “purifica”? Mmmm
Pues atención al dato: mancha, el fuego mancha. Mancha la calle donde estaba lo que se quema, mancha las ventanas de los que viven por allí, el humo entra en las casas y lo pone todo perdido. Y no digamos del riesgo a que se quemen también los coches aparcados si no llegan a tiempo los bomberos, o las casas…vale a lo mejor exagero. Pero nunca se sabe. En definitiva que puedes estar tranquilamente en tu casa, en el sofá, leyendo un libro, limpiando el polvo, haciendo la comida, la cena…lo que sea, oyes las sirenas, mucho ruido en la calle, hueles el humo, se te altera el corazón, piensas en tal vez una desgracia, hasta es posible que esté ardiendo tu casa (bueno, ¿otra exageración?), te asomas, ves el lío que se ha montado, y…ni se te ocurre ponerte de parte del incendiario, por mucha razón que en un principio pudiera tener y que hasta estuvieses de acuerdo con la causa. Y no digamos si encima se te acaba quemando la cena que estabas haciendo, un suponer, porque la curiosidad te puede, hasta que te das cuenta de que el humo se te mete en casa y entonces cierras la ventana. Y piensas: ¡cuánto graciosillo copio todo! Dichosa “inmediatez del internete ese” (perdón por los “palabros”). Nada, que alguien estornuda en el Fin del Mundo, no Finisterre, pues ya se ha acatarrado media población mundial. ¡Hay que fastidiarse! O peor, ha fastidiarse todos. Y mi ciudad parece empeñarse en estar a la última moda. Para fastidiar más.
Pero…el fuego también destruye. Destruye lo que se quema adrede, lo que se propaga por cercanía, los ánimos de la gente, y las causas. Eso también. Por el tono…
Mira, ya está bien, yo no tengo porqué soportar que nadie incendie contenedores al lado de mi casa. Ya me dirás que se arregla así. Bajen YA el tono, por favor.