La violencia es inherente a la existencia del hombre. Al menos eso parece. Haciendo un repaso de criminología arqueológica nos encontramos con que el primer asesinato del que se tiene conocimiento fue hace 430.000 años; grandes agujeros en un cráneo hallado en Atapuerca revela uno de los primeros casos documentados de asesinatos de la Historia. Hace 35.000 años en la cueva de Grimaldi (Liguaria) de documentan los restos de un niño que murió por las heridas de la punta de un proyectil, ¿infanticidio?
La primera muralla se documenta en Jericó hace 10.350 años. Se trata de una muestra de carácter defensivo contra el enemigo levantando un gran muro de piedra y torreones. Hace 7.500 años tenemos una de las pruebas más antiguas de guerra, en Necker (Alemania) donde hombres del neolítico lucharon entre dos tribus rivales. Hace 7.000 tenemos primeras evidencias de secuestro y tortura con el hallazgo de una fosa común cerca de Fráncfort con los restos de 25 hombres, mujeres y niños que habían sido torturados.
Primera masacre
Un equipo de investigadores del Centro Leverhulme de Estudios Evolutivos Humanos de la Universidad de Cambridge, encontró en Nataruk, Kenia, los huesos fosilizados de un grupo de cazadores recolectores que fueron masacrados hacer cerca de 10.000 años. Se trata de restos parciales de por lo menos 27 individuos, entre los que hay ocho mujeres y seis niños. Según los científicos, se trató de una auténtica matanza prehistórica que retrasa en varios miles de años el origen de la guerra. Varios de los esqueletos fueron encontrados boca abajo y con graves fracturas craneales. La posición de otros cuatro sugiere que estuvieron con las manos atadas. Los investigadores creen que estamos ante la primera evidencia histórica de un conflicto humano.
La violencia parece inherente a nuestro linaje de primates casi desde sus orígenes. Los expertos creen que no hay una sola causa, sino muchos factores interrelacionados. Los primates tenemos manos ágiles y prensiles, capaces de fabricar armas que multiplican el efecto de la agresión. La corteza prefrontal, más desarrollada en primates, llega al máximo en nuestra especie. Nos da mayor inteligencia y capacidad de planificación para el bien y el mal. Niveles bajos de serotonina y altos de testosterona facilitan el comportamiento agresivo. Los genes aumentan la predisposición pero no son suficientes. El abuso en la infancia, la negligencia de los padres, los conflictos parentales o la pobreza modifican el cerebro y pueden precipitar la violencia.
Es el eterno dilema. ¿El hombre es un lobo para el hombre, como defendía el filósofo del siglo XVII Thomas Hobbes o un buen salvaje en origen, fatalmente corrompido por la civilización que ha construido, como propugnaba un siglo más tarde Jean Jeaques Rousseau?