PREMIOS MUJER 2024

Arte y pulmón para fundir la desigualdad

Alba Martín, la única mujer con un taller de vidrio soplado en España, reduce el machismo a “anécdotas” que la hicieron “más fuerte” mientras coloca sus obras en la televisión y el cine
Alba Martín, la única mujer con un taller de vidrio soplado en España (Diego de Miguel / Ical)

David Aso Alba Martín (Segovia, 1986) no sabía muy bien qué hacer con su vida cuando, con 17 años, descubrió en La Granja la magia del vidrio. De una masa incandescente salió un patito, y de su corazón una pasión por el oficio que reduce el machismo a “anécdotas” que, según asegura, la han hecho “más fuerte”.

En un gremio históricamente dominado por los hombres, se ha convertido en la única mujer con un taller propio de vidrio soplado en España. El muro de la desigualdad va cediendo poco a poco a los pies de esta joven que lo derrite a 1.150 grados, cuando su creatividad fluye como la lava y se extiende a cotas que ni siquiera había imaginado.

El próximo otoño se estrena ‘La novia’, una versión libre de las ‘Bodas de sangre’ de Lorca donde el personaje principal, encarnado por la actriz Inma Cuesta, comparte protagonismo con un surrealista soplador de vidrio que ha dado a Alba la oportunidad de colar su arte en el cine. La productora madrileña Get in The Picture se topó con sus vídeos en internet poco después de que abriera en Segovia hace apenas año y medio, contactó con ella y le propuso hacer atrezo: “Seleccionaron una serie de diseños para ponerlos en la película y estoy deseando ver los resultados”, confiesa, en declaraciones a la Agencia Ical, mientras trabaja en su pequeño local del vivero municipal de oficios del barrio de San Lorenzo.

“La verdad es que el abanico se ha abierto con oportunidades que no esperaba, como todo lo que es la parte audiovisual, las demostraciones que van saliendo, esta película o incluso la televisión”. De hecho, a raíz de su trabajo para ‘La novia’ le surgió otro aún más mediático, dos lámparas de salón de diseño para un programa de máxima audiencia, Masterchef Junior 2.

La productora del concurso dio cierta libertad creativa a Alba, que no perdió la oportunidad e ideó dos espectaculares medusas que concentran todo su empeño por liberar el vidrio soplado de las ataduras del molde y la transparencia. Formas naturales, colores con personalidad y una semana dedicada exclusivamente al proyecto del que más orgullosa se siente.

Y entre medias, una exhibición ante los más de cuatro millones de espectadores del programa de Antena 3 ‘El hormiguero’. Trabajo llama a trabajo, y la promoción fue más que notable.

Trayectoria

Por delante hay muchos retos todavía, también “formar a gente para que la cadena no se rompa”, pero detrás ya va quedando un bagaje de experiencia y vida a golpes de genio y pulmón. “Con 17 años no sabía qué hacer, fui mirando distintos oficios y el vidrio ni lo había visto. No sabía bien dónde me metía, pero cuando vi aquel patito supe que iba a ser sopladora de vidrio”, recuerda.

Aprendió en la escuela taller de la Real Fábrica de Cristales de La Granja. “Date con un canto en los dientes si te vas de aquí sabiendo levantar vidrio en dos años”, cuenta que le decía su maestro. Y ciertamente tuvo que marcharse tras ese ciclo porque no logró entrar a trabajar en la Fundación Centro Nacional del Vidrio; envió solicitudes a escuelas “de todo el mundo”, la llamaron de Inglaterra y allí potenció su técnica durante ocho años, pero destacando desde el principio gracias a las lecciones que se llevó de la cuna real de la disciplina en España.

De La Granja valora que salió en 2003 “con las mejores calificaciones”, y del Centro Nacional del Vidrio de Stourbridge, con el premio a la mejor pieza soplada en 2006. Después vendrían distintos trabajos para un buen puñado de reconocidos talleres británicos hasta que, finalmente, en 2013 se decidió a abrir su taller en Segovia.

Alba se ha entendido bien desde el principio con el material y con una técnica que describe “como coger miel de un tarro con una cuchara”. “Si imaginas esa viscosidad, es más o menos la que tiene el vidrio”.

Aunque, evidentemente, en la práctica todo es más complejo. “Si tu pasión no supera cierto límite no sigues adelante porque es un trabajo muy físico, el vidrio desprende mucho calor y tu cuerpo sufre a la larga”. En el oficio hay más mujeres, en La Granja por ejemplo, pero sólo Alba ha dado el paso de lanzar su propio negocio de esta disciplina.

“El vidrio soplado es muy caro, en otras técnicas no necesitas mantener encendido durante días un horno de fundición con instalación de gas. Igual la inversión en un taller de vidrieras te sale por un tercio, pero esta es mi forma de vida y voy a por ella”. Así hizo pese a reconocer que llegó a sentirse bastante sola en el arranque de su aventura empresarial.

“Venía con toda la ilusión y la gente se empeñaba en quitármela, me recordaban un taller que abrió por aquí hace como 15 años y que tuvo que cerrar. Al principio no me apoyó nadie, pero creo que ahora soy yo la que ha abierto los ojos a muchos y he demostrado que se pueden hacer estas cosas de manera independiente”.

Para ello cuenta además con la ayuda de su pareja, a quien le ha enseñado lo básico del oficio. Eso sí, Alba trabaja “full time”, sin vacaciones desde que abrió, activa desde que se despierta hasta que se acuesta, y si tiene suerte la almohada le regala en esas horas la inspiración del siguiente diseño. Además, también asumen las labores de promoción de su arte, ferias, el diseño de su web…

“Anécdotas” para crecer

¿Y dónde está el machismo en su experiencia vital con este oficio? “Quizá en algunos maestros de fábrica, mucho mayores que yo, de los que siempre han soplado en molde y sin color, cuando a mí me caracteriza lo contrario”. O “en alguna ocasión” también en un taller británico contemporáneo: “A veces, cuando necesitábamos a alguien para que nos echara una mano con un pedido, ese refuerzo no se fiaba de cómo le decía que debía aplicar el color y se iba a otro para obtener la misma respuesta”.

Tampoco olvida una entrevista de trabajo en otra fábrica inglesa: “Ya de primeras me dijeron que no podría levantar el vidrio del horno, que sus cañas de soplar eran pequeñas para mí porque yo era bajita”. Aun así perseveró, hizo la prueba y consiguió sacar adelante siete de las diez copas que sopló, un porcentaje más que apreciable, dada la complejidad de esta técnica y las circunstancias: “Yo creo que buscaron excusas para no darme el trabajo, pero de todos modos era un ambiente muy de fábrica”, apunta.

Pero Alba cree que no son más que “anécdotas”. “Nada importante, en todo caso me han hecho más fuerte para seguir demostrando que las mujeres podemos hacerlo igual o mejor, y sobre todo, que en general podemos hacer el mismo tipo de trabajo”, sentencia.