El mundo prehistórico siempre nos ha resultado misterioso y, quizás por ello, además de para los expertos en particular, ha sido y sigue siendo muy atractivo para el turismo en general. En el municipio de Vega de Espinareda, concretamente en la localidad de Sésamo, se encuentra un paraje llamado Peña Piñera, que esconde en sus entrañas los restos de pinturas rupestres de las edades del bronce y hierro, dibujos antropomorfos y esquemáticos de hombres y estructuras como el sol o las estrellas. Siendo poco conocidas, las pinturas reciben la visita de varios cientos de personas al año que, sin embargo, ven decepcionadas cómo cada vez queda menos por contemplar.
Peña Piñera es un alto rodeado de piedra a unos 630 metros de altitud. Se accede a él tras una larga caminata cuesta arriba por un paisaje de pinos y especies arbóreas como castaños y alguna que otra encina, helechos y brezos. El conjunto de pinturas rupestres es el más grande del que se tiene conocimiento en la provincia de León y fue declarado zona arqueológica en 1985. En enero de 2004, la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural acordaba solicitar a la Dirección General de Patrimonio la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) del castro de Peña Piñera, en cuyo recinto se engloban las pinturas. El castro es una fortificación prerromana de la que se aprecian aún restos de muros a los que se accede por un cortafuegos que parte desde el propio mirador y la zona de las pinturas rupestres. Se ubica además en un paraje natural único, desde el que se aprecia todo el valle de Finolledo y Vega de Espinareda. En plena subida, en Sésamo, existe un parque merendero para todo aquel que lo desee utilizar como base, punto de salida o retorno de la excursión.
Preguntamos al alcalde de Vega, Santiago Rodríguez sobre el mal estado de las las pinturas. “Ya estaban catalogadas en el año 70 o incluso antes – porque hay una publicación donde se recogen en ‘papel cebolla’, que entonces era lo que se usaba para reproducir los dibujos (a través del calco)-. Se documentaron un montón de pinturas, del orden de 50 o 60. Pero algunas han desaparecido… ¿Cómo?, pues nos tememos que en algún caso alguien incluso fraccionó las piedras, sacó pedazos con pinturas y se las llevó, una barbaridad… que sin embargo es inevitable”, explica.
En el lugar, hace ya algún tiempo, la Junta de Castilla y León intervino levantando algunas barandillas de madera tratada y colocando paneles explicativos que, como a las propias pinturas, las inclemencias del tiempo, la lluvia y el sol ha dejado prácticamente inservibles. Y es que ya tan solo se pueden apreciar con cierta nitidez un par de conjuntos de pinturas, que han quedado a salvo de la acción del hombre y los elementos dada su ubicación en grietas internas o galerías de piedra. El resto únicamente es visible con equipos especializados de rayos ultravioleta o con mucha paciencia e imaginación.
Lo cierto es que para la importancia de los restos, el lugar está abandonado a su suerte y, si ninguna institución lo remedia, en pocos años podría quedar poco o nada de uno de los elementos más singulares del patrimonio cultural de la comarca berciana.