Parece casi increíble que un año como el 2020, en el que tuvimos que encerrarnos por nuestra propia seguridad y por la de quienes queremos, un año en el que descubrimos que cosas que nos pasaban y no sabíamos ni explicarnos a nosotros mismos, resulta que tenían nombres tan encantadores como el síndrome de la cabaña, pues, paradojas de la vida, ese 2020 acabó con noticias de puertas que se abrían
Se abría la Puerta del Perdón en Villafranca para dar la bienvenida al Año Santo Compostelano. Cuánto daría por volver a ver nuestros caminos a Santiago llenos de peregrinos, a los que desearles “Buen Camino” y que me respondieran con sus variados acentos y una sonrisa. Sí, una sonrisa, porque vería sus caras libres de mascarillas y eso significaría que ya todo estaba bien, que podríamos abrazarnos sin miedo, que podríamos disfrutar a pleno rendimiento de esos pequeños grandes placeres: bailar juntos, brindar con unas cañas, reír con los amigos a mandíbula batiente…
Se abría la verja de Gibraltar. El principio de acuerdo para que caiga y desaparezca esa frontera es un hito histórico. Cuánto daría porque se negociara con tanta inteligencia, imaginación, altura de miras, concreción y valentía otros asuntos que nos afectan en nuestro día a día.
Finalmente se impuso lo urgente sin renunciar a lo importante. Se impuso la necesidad de dar una solución a los problemas de las personas. Siguen vigentes las pretensiones territoriales españolas. No se renuncia a las reivindicaciones sobre el peñón mantenidas durante años pero era urgente encontrar una solución que permitiera a las personas trabajar y vivir sin trabas estériles. Se impuso la buena política.
Se abrían, también, las puertas de aviones y camiones cargados con enormes contenedores llenos de vacunas contra la COVID-19. Dejadme creer que la ciencia, la política y la economía fueron de la mano para luchar contra un enemigo común. Cuánto daría porque esa conjunción de intereses, se prolongara en el tiempo con buenos fines y se extendiera por todos los rincones del planeta.
Eso significaría que se abriría una Puerta a la Esperanza y que, disculpad si me pongo un poco apocalíptica, el ser humano no sería el responsable de su propio fin, como nos cuentan tantas películas de Ciencia Ficción, cada vez más creíbles viendo el comportamiento de algunos, sino que sería el protagonista de su propia salvación.