M.Alija Si nada más entrar en un bar, te reciben con uno de los riffs de guitarra más inolvidables de toda la historia del rock & roll, no estás en el paraíso, acabas de dar con uno de los grandes clásicos de la noche ponferradina, el Cocodrilo Negro.
Toño, el propietario de este local, abrió las puertas del primer Cocodrilo el 9 de febrero de 1990. Hoy, 25 años después, no solo sigue abierto sino que la dinastía familiar ha crecido. En 2007 y tras muchos años de éxito, Toño decidió echarse el viejo Cocodrilo sobre las espaldas y cargar con él hasta la avenida la Puebla buscando una guarida más segura, de esas que tienen licencia para no dormir hasta las 4.30 un día ordinario y 6.30 uno extraordinario.
En este tiempo la gran mayoría de los bares han pasado varias veces de manos perdiendo su identidad y persistiendo, tan solo, en la mente de aquella generación apodada en su momento ‘hijos de la ira’. El bar de Toño, no; sigue enclavado en las entrañas de Ponferrada ofreciendo a día de hoy la clave de su éxito: buena música y trato personalizado. Si su bar fuese una cafetería, sin duda sería de esas que cuelgan el cartel que reza: “Señores, no tenemos wifi, hable con el resto de la gente”. Porque ese es precisamente el encanto del ‘Coco’.
Su capataz y dueño de las trincheras musicales explica que, en su opinión, que él no haya echado el cierre se debe a dos sencillas razones. Una, que no vale hacer dinero con todo. Con ello se refiere a que si en los años 90′ hubiese dejado todo tipo de consumo desenfrenado en su bar, y no nos referimos a alcohol, hubiese tenido una época muy boyante pero aquello hubiera caído por su propio peso. Recuerda que en los principios, año 93, tuvo que reciclar toda la clientela porque aquello “se me escapaba de las manos”, “me costó remontar, pero lo vi más que necesario”.
No en vano Toño aprendió a ser camarero y administrador nada más y nada menos que en el Ejército. Allí era primero instructor y, después, por devenires de la vida, se tuvo que hacer cargo durante seis meses de la cantina. De esta época dice que aprendió a juzgar a la gente sin tener en cuenta sus apariencias. “Todos con el mismo corte de pelo y la misma ropa, uno aprende a mirar más allá y a saber quién va a montar follón”. De forma simpática, cuenta su teoría sobre el equilibrio de la fauna. “Si hay un gilipollas en el bar y se va, automáticamente es sustituido por otro ejemplar del mismo calibre. Si se va el sociable y dicharachero otro viene a remplazarlo”, comenta entre risas, mitad en serio, mitad en broma.
La segunda de las claves del éxito en el trabajo de Toño es probablemente que él no se toma su oficio como un verdadero trabajo. “La hostelería claro que exige muchas horas, el concepto erróneo, para mí, es asumirlas como un trabajo. Estoy seguro que el investigador que se encierra durante 18 años ha de estudiar una molécula 16 horas al día, tampoco lo asume como un trabajo. Yo me divierto con lo que hago y trato de que sea así para el resto”.
A su lado siempre estuvo su eterna compañera y mano ágil de la barra: Elena, que lleva trabajando con él desde el primer momento y suma hoy 25 años a su lado. Alfonso, el hijo de Toño, cuenta de ella que es una de esas mujeres que sabe imponer mucho más respeto y orden que la gran mayoría de hombres, sin fuerza pero con firmeza y con grandes dosis de mano izquierda. Entre los dos han conseguido hacer del Coco un lugar seguro y agradable incluso durante los años más salvajes de la movida. Hoy, los hijos de Toño han sabido coger esta herencia y aplicar cada uno de los valores que les inculcó su padre. El primogénito dirige el CNB, local situado en el barrio de San Ignacio y espacio original del primer Cocodrilo que hoy en día atrae a un público más joven pero que al igual que hace años persigue programar buen rock y sentirse como en casa. Y Alfonso, el menor, regenta junto a su padre el Cocodrilo Negro de la avenida la Puebla.
Hoy, sábado 14 de febrero, el Cocodrilo Negro celebra una noche muy especial, la de su 25 aniversario, y lo hará de la mano de Jaime Urrutia. “Queríamos tener un detalle con esos clientes que llevan apoyándonos tantos años, traer a alguien emblemático, un referente de la movida madrileña y también del bar. Finalmente lo hemos conseguido y traemos a Jaime Urrutia”. Desde luego, no piensan recuperar el dinero del caché del artista, dado que apenas entran 200 personas en el local, pero hoy lo tienen claro. “Tiremos la casa por la ventana”.
La cita es esta noche, 14 de febrero, a las 23.00 horas en lo que seguro será una de esas noches inolvidables. La entrada se puede comprar de forma anticipada por 18 euros y en taquilla por 20 euros. Urrutia viene acompañado por su banda dentro de la gira ‘Al Natural, donde se ofrecen temas de ‘Gabinete Caligari’, la formación con la que triunfó, y de toda su carrera revisados de forma acústica.
¡Larga vida al Coco!