A mi amigo Félix, que es hombre de raíces zamoranas o lo que es lo mismo leonesas, bercianas, parameñas o maragatas y que está lleno de sorpresas, que toma whisky pero DYC –genuino y magnífico whisky español– y se cabrea cuando el bar de turno se lo niega, que el segoviano Nicomedes ha podido triunfar en la India o en Escocia pero no en el bareto paleto faltaría más, no se le escapa una y menos si de políticos y jugadores se trata.
Antes de seguir con esto un mensajito para el bareto: no te apures que el DYC hace tiempo que no es español sino de los americanos de Global Beam, como la ginebra Larios y el anís Castellana ¡quién te lo iba a decir! así que no te cortes y cómprate unas cajas y de paso tómate uno a la salud de Nicomedes el segoviano que en gloria esté.
Pues como iba diciendo, mi amigo Félix, viendo el desmadre de los políticos haciendo encaje de bolillos para ver quién se lleva el gato al agua o por mejor decir quién corta el bacalao durante una buena temporada, que para eso estamos en Cuaresma, va y me dice: mira, el Congreso está lleno de jornaleros y burlangas, como si fuera un casino.
Asentí con la cabeza y durante unos segundos traté de comprender lo que decía mi amigo sin éxito. Hasta recordé el comentario que le hizo un diputado a Cortes a otro diputado a Cortes que le pillaba al lado aquel memorable y supersecreto día de la tenida de bienvenida al hermano Azaña en la logia que había junto a la galdosiana Fontana de Oro, taberna que pervive no sé cómo en el Madrid de Carmena a pesar de haberse tomado unas cervezas por allí el general Primo de Rivera y otros calaveras del callejero madrileño: “Esto parece el Congreso de los Diputados. Solo faltan las secretarias”. O algo parecido, que escribo de memoria.
–Oye, explícame eso de los jornaleros y burlangas, que no entiendo nada.
Me lo explicó y, como es lógico dada mi edad y consecuente propensión a la síntesis conceptual, me quedé con el resumen, olvidando el origen, filología y otros elementos que solo una mente como la suya –mi amigo es buen contador de chistes, con eso lo digo todo– puede almacenar con precisión y exponer metódicamente en cualquier momento.
Conclusión: jornaleros son aquellos que acuden habitualmente al ruedo del juego, esperan el momento en que ganan un poco, que siempre llega, reculan y hasta el día siguiente. Burlangas, los que van a por todas, lo quieren todo y juegan y juegan hasta que saltan la banca o se pegan un tiro… en el pie.
Y así, lo que mi amigo Félix me vino a decir entre trago y trago del no por americano menos segoviano DYC, es que el Congreso está lleno de jornaleros –o sea, los diputados y senadores de los pagos de las Españas salidos del 20-D–, con su escaño atado y eso basta, que no es poco y es a lo más que aspiran, y de unos pocos burlangas que, con independencia de otras consideraciones como por ejemplo el interés general, juegan y juegan hasta la hora de cierre.
Pero como la vida es así, para nada cierta, mientras los burlangas continúan con su juego, ¿se imaginan a más de cuatro jornaleros, con el espejismo de su ganancia asegurada, ante la perspectiva de unas nuevas elecciones? Yo no quiero ni pensarlo…
Jornaleros y burlangas
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