R. Travesí Es la casa de los juguetes para los niños mientras que para los padres divorciados o en proceso de separación matrimonial es un espacio neutral donde realizar el intercambio o la visita de sus hijos. Se trata del Punto de Encuentro Familiar, un recurso disponible en 16 localidades de Castilla y León que fija, habitualmente, un juez como la única alternativa para garantizar un encuentro normalizado de los menores con sus progenitores. Un servicio que tiene como objetivo proteger el derecho del menor a mantener una relación con sus familiares, siempre que sea beneficiosa para él, y hacer cumplir el régimen de visitas.
El número de familias atendidas en los últimos años en los puntos de encuentro, que en la Comunidad gestiona Aprome (Asociación para la Protección del Menor), no ha variado en exceso, salvo el salto experimentado entre 2010 y 2011, al pasar de 1.534 a 1.763. En 2012, la cifra se situó en 1.821 y el ejercicio pasado llegó a las 1.706 familias. Al ser un servicio dinámico y limitado en el tiempo, hay altas y bajas. Cada año, hay nuevas parejas rotas que hacen uso de este dispositivo para intercambiar o visitar a sus hijos. Un dato que también se ha mantenido estable, al oscilar entre las 565 de 2010 hasta las 604 de 2012. Entre enero y julio de este año, los puntos de encuentro de la región han atendido a 342 unidades nuevas.
Pese a que el número de familias es similar, el de los niños va en aumento. Frente a los 2.410 menores que hicieron uso de las instalaciones de los puntos de encuentro de la Comunidad el año anterior están los 2.003 niños contabilizados entre enero y junio de 2014. Más menores atendidos y más intervenciones (58.000 en el primer semestre del año, unas 1.700 más que en 2013).
Intervenciones que no solo consisten en la entrega o la visita de niños sino que también hay trabajo con las familias, con los menores y con los padres para orientarles o cambiarles las pautas de comportamiento. “Lo más complicado es hacerles comprender que esto es un recurso temporal y que vean que una situación así es perjudicial para sus hijos”, apunta una de las profesionales del centro de Valladolid.
Un incremento del número de intervenciones que, según la presidenta de Aprome, Marisa Sacristán, demuestra que las familias vienen cada vez más preparadas y que los padres entienden que lo verdaderamente importante, muy por encima de sus diferencias personales, es que sus hijos no sufran en un momento tan duro para ellos. Y ahí destaca la labor del personal del centro que supervisa la visita o que la entrega se haga en armonía. Un avance considerable se produce cuando los intercambios de los niños tienen lugar en el colegio.
El juez fija medidas temporales, con un tiempo máximo de dos años al considerar que es un tiempo prudencial para normalizar la situación, “no entre los padres sino con los hijos”, apunta el director general de Familia y Servicios Sociales, Carlos Raúl de Pablos. En todo caso, se trata de una intervención excepcional, tras haber agotado otras vías y cuando es el único medio posible para facilitar las relaciones entre la familia y el menor.
El 73,9 por ciento de los casos que llegaron a los puntos de encuentro de la Comunidad procede de los juzgados de Familia y Violencia sobre la Mujer, que se completan con los derivados por la sección de Protección a la Infancia de la Junta (25 por ciento). Además, hay un porcentaje mínimo de parejas (menos de 1 por ciento) que elige de mutuo acuerdo el Punto de Encuentro.
En este tipo de lugares prima la seguridad del niño pero también hay un mayor control y supervisión cuando acude una mujer con orden de protección, ya que existe un riesgo añadido por la presencia de un maltratador o un condenado por malos tratos. Los casos de protección a la infancia obligan a tomar más precauciones puesto que pueden existir problemas de convivencia con los padres o provienen de hogares desestructurados que impiden que el niño pueda vivir en esas condiciones. El menor tutelado está en un centro de la Junta o bien en una familia de acogida pero tiene que mantener contacto con sus padres biológicos. La supervisión extra también es necesaria cuando hay problemas de adicciones o toxicomanías. “Hemos llegado a prohibir la entrada a un padre que venía borracho a recoger a su hijo”, apunta una de las psicólogas del punto de encuentro de Valladolid.
De ahí que haya un contacto estrecho con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad por si salta alguna “chispa” aunque las intervenciones de la Policía son contadas y, en ocasiones, su presencia es más preventiva al ser un “lugar caliente” donde puede haber encontronazos y conductas violentas.
Lo peor de la condición humana
Marisa Sacristán asegura que el día a día en los puntos de encuentro familiar son “muy duros”. “Ves lo peor de la condición humana”, reflexiona. Pero reconoce que, al final, compensa, sobre todo si el paso por este lugar ha servido para lograr un intercambio normalizado. “El niño tiene derecho a ver y estar con sus dos padres aunque, luego, cuando sea mayor y tenga el criterio suficiente decida con quién quiere vivir”, declara.
Uno de los dos puntos de encuentro de Aprome en Valladolid está en el número 13 de la calle Dos de Mayo. Es un piso amplio con numerosas habitaciones, que tienen una decoración diferente para que el bebé o el niño se sientan cómodos. Si hay algo que sorprende al entrar en la vivienda es un largo pasillo, de donde salen las puertas de las habitaciones. “Un pasillo que se hace interminable y muy estrecho al ver la actitud de muchos padres y, lo que es peor, la cara de los niños”, precisa una de las profesionales del centro.
Una vivienda al uso con un goteo diario de visitas e intercambios pero que se transforma por completo los viernes por las tardes y los domingos a última hora. Lo habitual es que las madres, acompañadas de sus hijos, lleguen al piso el viernes para entregarlos a los padres. Una acción que se intercambia al finalizar el fin de semana y que se explica porque la custodia suele recaer en las madres aunque los profesionales de Aprome apuntan que cada vez hay más compartidas o que recaen en los padres. Los casos más curiosos se dan cuando hay intercambios de varios hermanos y con diferentes padres.
En cuanto a los padres que se ven obligados a hacer uso de estos recursos, no hay un perfil determinado. “Los divorcios y las separaciones mal avenidas afectan a todo tipo de personas y aquí no hay estatus social ni culturas”, recuerda Carlos Raúl de Pablos. De las poco más de 1.700 familias atendidas en 2013, un 18 por ciento eran extranjeras.
Cada capital de provincia de la Comunidad cuenta con un punto de encuentro familiar, salvo Valladolid que dispone de dos centros por el volumen de trabajo, además de las localidades con más de 20.000 habitantes (Aranda de Duero, Miranda de Ebro, Ponferrada, San Andrés del Rabanedo, Laguna de Duero y Medina del Campo). Se trata de un servicio gratuito ofertado por la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades que gestiona Aprome.
Sin lista de espera
El director general de Familia explica que, a diferencia de otras regiones, Castilla y León no tiene lista de espera en los puntos de encuentro pero a base de dimensionar el servicio. La Junta ha aportado este año a esta asociación una subvención de 1,1 millones de euros para garantizar el servicio de los puntos de encuentro familiar, a los que se suma alguna ayuda del Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales y de las corporaciones locales. Un dinero que sirve para el mantenimiento de las instalaciones y, sobre todo, para el pago de los 80 profesionales que atienden estos recursos, entre psicólogos, psicopedagogos, educadores sociales, trabajadores sociales e incluso expertos en violencia de género.
Personal formado que no solo tutela el intercambio de los menores entre sus padres sino que va más allá como observar si los niños vienen aseados, comprobar el comportamiento de los menores o las muestras de cariño de los mayores y ver, por ejemplo, si hay rechazo por alguno de los progenitores. “Hay casos que culpan a Aprome de estar del lado de la madre o del padre pero la experiencia nos ha demostrado que solo desde la distancia y la neutralidad alcanzamos el éxito”, explica Sacristán.
Después de 20 años al frente de Aprome y ver a cientos de familias, confiesa que “lo más triste es cuando ves que los padres utilizan al niño como arma entre ellos y para su propio interés”.